Un día me di cuenta de que las quejas de mi hija me estaban
molestando. Parecía que todo a su alrededor era motivo de enojo o
frustración. No sabía si era la edad, su carácter o, simplemente, una
etapa de crecimiento. Pero la sensación de saturación era real.
Entonces, buscando otra manera de acercarme a ella, le fabriqué un
cuaderno en blanco, con una tapa que decía «El libro de las quejas».
Al recibirlo, no entendió qué era. Más tarde, sentadas juntas, le leí una
lista de todas esas pequeñas quejas que yo había anotado los últimos
días. A medida que las escuchaba, le ganó la risa. Nos reímos juntas,
y en ese momento supe que algo había cambiado: donde antes había
enojo o cansancio, ahora había complicidad.
Ella misma descubrió, divertida y sorprendida, que se quejaba de más
cosas de las que imaginaba. Y yo entendí que a veces solo necesitamos
un espejo amable para vernos desde afuera, para entendernos mejor.
Así nació El libro de las quejas, con el deseo de acompañar a chicos y
grandes en esa travesía diaria de entendernos y reírnos un poco de
nosotros mismos. Porque todos, en algún momento —como madres,
padres o tutores—, nos encontramos desbordados y buscando nuevas
maneras de acercarnos a quienes más queremos.
Y sobre todo descubrí que en la mayoría de las quejas, hay una
historia, un pedido escondido, una oportunidad de acercarnos.
Que este libro sea una invitación a escucharnos mejor, a reírnos más,
y a descubrir juntos nuevas formas de acompañar el crecimiento.
Bienvenidos a El libro de las quejas. Espero que lo disfruten tanto como nosotras.